Antes de convertirse en «la tercera persona» en el matrimonio de Carlos y Diana de Gales y de décadas más tarde pudiera casarse con el actual rey birtánico y convertirse en duquesa de Cornualles, Camilla Rosemary Shand pasó por el altar en una boda sustentada en una mentira y que le daría el apellido que la haría famosa en la prensa rosa: el de Andrew Parker Bowles.
Camilla procedía de una familia adinerada, pero por sus venas no corría ni una gota de sangre noble, lo que no impidió que pasara su juventud formándose como «buena señorita» en Suiza y compartiera amigos con la mismísima princesa Ana (con la que se lleva tres años).
Esta buena relación con los Windsor propició que a la ceremonia de su primer matrimonio con Andrew Parker Bowles, celebrado en julio de 1973, acudieran los más nobles invitados, desde la reina madre a la princesa Margarita, condesa de Snowdon, e incluso la princesa Ana (que para darle más morbo a la boda de la alta sociedad de la temporada era la ex del novio).
No era el único detalle gossip de este matrimonio gafado desde el primer día: en 1970, Carlos y Camilla ya habían estado juntos y la boda «a traición» de Camilla fue motivada por una mentira orquestada por los padres de los novios.
Así se planeó la boda «a traición» que sirvió para separar a Camilla del príncipe Carlos
Andrew Parker Bowles y Camilla comenzaron su relación en la década de los 60. Él era un seductor oficial de caballería del ejército de su majestad, graduado en Sandhurst, y ella una joven debutante que despertaba el interés de los solteros de la alta sociedad. Simon, el hermano menor de Andrew, fue el encargado de ejercer de cupido.
Como le sucedía a Camilla, la vida social de Andrew Parker Bowles discurría cercana a la de los Windsor: la reina madre le tenía un cariño especial a su progenitor y hasta fue uno de los pajes de la reina Isabel II el día de su coronación.
Camilla y Andrew fueron novios un largo tiempo… con descansos intermedios. Durante cerca de una década mantuvieron una relación intermitente que no llegaba a cuajar por completo. Pero lo más interesante de ese largo noviazgo pasaba, precisamente, en esos «descansos»: durante uno de los recesos (en junio de 1970) Andrew mantuvo un romance con la princesa Ana y en 1972 Camilla conoció a Carlos.
El romance de la princesa y Andrew Parker Bowles no llegó a nada porque era obvio para todos los implicados que no podían casarse por mucho que compartieran su amor por los caballos y Ascot: él era católico, un obstáculo imposible de superar para un royal británico en aquella época.
Lo de Camilla y Carlos tuvo bastante más miga. Una amiga común, Lucía Santa Cruz, les presentó en una fiesta y el entonces príncipe de Gales cayó rendido ante Camilla, el amor de su vida desde ese momento. La intensidad del flechazo debió ser menor en el caso de Camilla, o al menos ella tenía claro que no tenía opciones con un heredero al trono inglés.
A pesar de ello disfrutó de su idilio y hasta acompañó a Carlos a Broadlands en un plan orquestado por el tío del príncipe, Lord Moutbatten. Pero con el tiempo el familiar favorito de Carlos, que aprobaba a Camilla como amante, orquestó un plan para separar a la pareja.
Al ver cómo su sobrino estaba convencido de que Camilla era «la indicada», Lord Mountbatten organizó a finales de 1972 un viaje que alejaría al príncipe de su amante: Carlos se unió al buque de la armada HMS Minerva en un viaje de ocho meses por las Indias Occidentales.
Por otro lado, los padres de Andrew Parker Bowles y Camilla orquestaron su propio movimiento. Bruce Shand y Derek Parker Bowles estaban hartos de la indecisión de Andrew y tomaron cartas en el asunto forzando que el militar pidiera en matrimonio a Camilla. ¿Cómo lo hicieron? Publicando en The Times el anuncio de un compromiso del que aún no tenían conocimiento ni los contrayentes.
La primera boda de Camilla de Cornualles: 800 invitados y una fiesta con escándalo
La biógrafa Sally Bedell Smith lo resume perfectamente en su libro sobre el príncipe Carlos: «Con la petición de mano pública forzosa, Andrew le propuso finalmente matrimonio a su novia de casi siete años».
La boda de Andrew y Camilla se celebró de forma precipitada, apenas unos meses después del anuncio público de compromiso. En contra de lo que afirman en The Crown, Camilla no dejó a Carlos por teléfono, sino que le envió una sentida carta que le rompió el corazón.
La ceremonia que la unió a Andrew se celebró el 4 de julio de 1973 en la Guards Chapel de Wellington Barracks, muy cerca del Palacio de Buckingham. Ella había cumplido 26 años (su esposo ya tenía 33) y estaba deslumbrante con su vestido firmado por Belville Sassoon.
Los expertos en esta historia de amor afirman que Camilla se casó enamorada de Andrew, confiaba en que « un leopardo puede cambiar sus manchas». La fama de mujeriego del novio y sus devaneos durante el noviazgo no echaron atrás a la joven.
Debería haber tomado nota de lo que sucedió la noche antes de que ambos pronunciaron el «sí quiero»: el novio se corrió una juerga en un club de St. James’s que arrasó con la cristalería y las sillas del local (al padrino del novio y celestino de la pareja, Simon, le tocó pagar los desperfectos).
Tras la ceremonia religiosa los novios salieron de la capilla del brazo y camino de la recepción en el Palacio de St. James, fiesta que corrió a cargo del orgulloso padre de la novia. Tras la ceremonia comenzó una luna de miel idílica por el sur de Francia y una vida en común marcada por el nacimiento de sus dos hijos y las historias de infidelidad.
Mucho antes de firmar los papeles del divorcio Andrew Parker Bowles simultaneó su matrimonio con la que sería su segunda esposa, Rosemary Pitman. En 1986 Camilla retomaría su idilio con el príncipe Carlos convirtiéndose en la peor pesadilla de Diana de Gales. Pero hasta 1995 esta pareja, atípica desde el día de su boda, no se decidió a firmar los papeles del divorcio.