Probablemente veamos fotos impresionantes en el funeral de Isabel II, un acto sobre todo institucional pero planteado como el espectáculo televisivo llamado a reforzar la continuidad en la corona británica. Seguro que impresionará la despedida, pero la fotografía más conmovedora se ha producido ya: es la de la princesa Ana llorosa, en su coche, acompañando el féretro con el cuerpo de su madre Isabel II desde Balmoral hasta el Palacio de Holyroodhouse, en Edimburgo.
Imposible saber del momento más íntimo de la vida de cualquiera, aunque ya se ha publicado que la princesa Ana (72 años) estaba al lado de Isabel II en su despedida de la vida. Ella es la única que la escolta en el viaje que terminará este miércoles en Londres, donde tras el velatorio se celebrará el funeral (en la abadía de Westminster el próximo lunes) y el entierro, en la Capilla de San Jorge del castillo de Windsor. Era su segunda hija. Su única hija.
Existe una cualidad distintiva en la relación madre e hija que convierte a la princesa Ana en el miembro de la casa real británica que más va a sufrir este duelo. Pese a las diferencias de juventud entre ambas, a nadie se le escapa que Ana es la continuadora de las esencias de Isabel II: volcada en la institución, amante de los animales, sobre todo de los caballos, y con debilidad por Escocia.
A Isabel II le parecía admirable cómo Ana se conducía en sus labores de representación, algo que siempre subrayaba en presencia de su hijo Carlos. Además, se entusiasmó con sus logros olímpicos y quiso siempre destacar cómo habría rechazado títulos para sus dos hijos, Peter y Zara, de forma que pudieran labrarse su propio destino, más allá de Buckingham Palace. Dicen que Isabel II aceptó el fin de la ley sálica en 2013 en reconocimiento a la contribución de su hija a la corona.
La defensa de la princesa Ana de la decisión más criticada de su madre, la reina Isabel II
En las palabras de despedida que la princesa Ana le ha dedicado a su madre ha querido resaltar su actuación en momentos en los que recibió críticas. «Hizo lo que tenía que hacer cuando se quedó con los príncipes en Balmoral tras la muerte de su madre», dijo refiriéndose a Diana de Gales. «La gente reconoce a las personas cuyo compromiso ha sido constante y saben que eso es algo que no va a cambiar», declaró, subrayando cómo Isabel II representó los valores de la nación británica.
La princesa Ana visitó asiduamente a su madre, la reina Isabel II, durante todo el verano, como si supiera que iba a ser el último que la monarca disfrutara en sus queridas tierras altas de Escocia. No estaba sola: le acompaña siempre su esposo desde hace casi 30 años, el vicealmirante Sir Timothy Laurence, también presente en este cortejo fúnebre itinerante.
A nadie se le escapa la irreprochabilidad de la princesa Ana, alejada de cualquier tipo de escándalo desde su divorcio del capitán Mark Phillips en 1992 y convertida en el miembro de la casa Windsor que más actos institucionales realiza año tras año en favor de ‘The Firm’ (así se llama en Reino Unido a la monarquía británica, comparada con una firma comercial).
La princesa Ana es la presidenta de más de 300 organizaciones benéficas, a las que tiene debe tareas de patronazgo. Por algo ha realizado más de 20.000 eventos durante su larga vida al servicio de la monarquía británica. De hecho, en 2021 cumplió con 387 compromisos oficiales, dos más que su hermano mayor, Carlos III.
La presencia de la princesa Ana al lado del rey Carlos III va a ser imprescindible para apuntalar la popularidad del monarca, herida por distintos casos de corrupción y episodios que no quieren recordarse en aquel matrimonio a tres bandas que formó con la princesa Diana y Camilla Parker Bowles. Esta será reina consorte, pero su papel será limitado.
Como ha sucedido en las últimas fechas, la reina Camilla continuará desplegando su encanto e inteligencia para suavizar la controvertida opinión que aún tiene la ciudadanía británica de Carlos III. Sin embargo, la mujer llamada a convertirse en su mano derecha, una auténtica reina en la sombra, no es otra que su hermana, la princesa Ana. No solo hermana, sino gran amiga y confidente.
La princesa Ana es solo dos años menor que el rey Carlos III, con lo que vivieron juntos una infancia en la que ya no estaban tan presentes Andrés y Eduardo, una década menores. La complicidad es evidente y no es raro verles carcajearse el uno con el otro cuando acuden juntos a actos públicos. «De la misma manera que la reina Isabel II siempre tuvo a la princesa Margarita como apoyo, el rey tendrá a su hermana Ana», ha confirmado un amigo de Carlos de Inglaterra.