Doble ingreso, pero sin hijos. Así es el modelo de familia que empieza y a tomar fuerza en el país.
Nacen, crecen, no se reproducen y no mueren. Este es el ciclo de vida que toma fuerza en Colombia (un país que envejece), producto de los nuevos modelos de familia, en especial, de los hogares ‘dink’ (sigla en inglés de ‘double income / no kids’) compuestos por parejas decididas a no tener hijos y no por imposición del bolsillo, como sucede con los ‘sacrificios’ a los que usualmente se ven sometidas las parejas que deciden crear un hogar y carecen de los recursos suficientes para garantizarle buena calidad de vida a su descendencia.
Con dobles (y buenos) ingresos, la definición en español de este modelo familiar alude a las duplas sentimentales que prefieren invertir sus salarios en ellos dos, en sus propios caprichos personales y en llevar una vida de lujos, en la que los viajes, el cuidado personal, los estudios y hasta las mascotas integran la lista de prioridades en la canasta familiar.
Si bien el fenómeno no es nuevo, nació en la Europa de los ochenta (en paralelo a los yuppies o ‘young urban professionals’, en español: jóvenes profesionales urbanos que gestaron la generación del yo desde el Wall Street neoyorquino, ocupando altos cargos, con elevados salarios que destinaban a pagar las cuentas que demandaba su ostentoso estilo de vida), ha tomado fuerza en nuestro país, en los últimos años.
De acuerdo con los datos arrojados por el censo del Dane en el 2020, los hogares unipersonales y sin hijos integran el 40 por ciento del total de hogares del país. Lo que confirma que los que fueron los ‘hogares del futuro’ ya son una realidad y llegaron invirtiendo la pirámide social, transformando el universo del mercadeo y el consumo y fortaleciendo los nuevos roles en la sociedad: las mujeres son cada vez más independientes económicamente y los hombres, logísticamente.
Lo cual nos lleva a entender este fenómeno “como un cambio evolutivo de la humanidad y, como tal, alguna razón tendrá”, explica Jimena Mayorga, médica de la Universidad Nacional, especialista en psiquiatría de la Pontificia Universidad Javeriana y Máster en terapia familiar sistémica y de pareja de la Universidad Autónoma de Barcelona.
Para la experta, los pares que deciden no tener hijos lo hacen “como un mecanismo inconsciente de la humanidad de control de la natalidad” y del aplazamiento de la decisión de ser madres, más si se tiene en cuenta que la mayoría de la población colombiana es femenina (51,2 por ciento mujeres frente al 48,8 por ciento de hombres) y sus ambiciones son otras “más allá de ser ama de casa y criar los hijos”, asegura.
“Hoy las mujeres que por alguna razón no pueden ser independientes se sienten frustradas porque no son lo suficientemente mujeres. Las calificaciones para ser una mujer OK cambiaron: antes necesitabas tener hijos y saber cocinar; ahora necesitas ser bonita y exitosa, tener un supercargo, mil estudios, viajar y mantenerte sin depender de un hombre”.
Antes necesitabas tener hijos y saber cocinar; ahora necesitas ser bonita y exitosa, tener un supercargo, mil estudios, viajar y mantenerte sin depender de un hombre
Motivaciones ‘dinks’
De acuerdo con las estadísticas, el fenómeno de las parejas ‘dinks’ es una tendencia que crece en occidente. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), el hogar en América Latina es de 3,6 personas. Y en los países europeos en los que nació la tendencia, como España y Noruega, el promedio de integrantes familiares es de 2,5 y 2,2, respectivamente.
Además de la igualdad de géneros “que gira en torno a que las mujeres no están dispuestas a la crianza; y ‘si tú no los cuidas (a los hijos), yo no los cuido; entonces no hay quien los cuide’ ”, existen diferentes motivaciones para que la parejas jóvenes no quieran tener descendencia, siendo las más frecuentes las preocupaciones ecológicas –incertidumbre por la posible falta de agua en los años venideros, los efectos de la contaminación y el calentamiento global–, las crisis de valores que suponen la dificultad de la crianza en medio de una sociedad corrupta, el miedo al compromiso y “la inestabilidad de los vínculos de pareja que amenazan a las relaciones con un ‘¿qué tal esto funcione y qué hacemos con los hijos?’ ”, dice la psiquiatra y terapeuta familiar.
La generación del yo
No obstante que el crecimiento poblacional se ha desacelerado en Europa occidental, China, Norteamérica y América Latina (incluido Colombia) y que en nuestro país la población solo aumentó 6,5 por ciento entre 2005 y 2018, los hogares mostraron un incremento de 35 por ciento en el mismo periodo, siendo los unipersonales y los de parejas ‘dinks’ los que representan la tendencia al aumento.
Ello, debido a que “de unas generaciones para acá, los padres, el contexto social y el mercado han enfatizado en la egolatría, en términos de individualismo: yo me satisfago a mí primero; y para ser padres se debe ser lo más altruista, desinteresado y entregado. Muchas de las filosofías mundiales se centran en el yo y no les dan cabida a ser padres”, explica Mayorga; “hay quienes no toleran dejar de ser el centro de atención de su pareja. Si pienso que todo es para mí y que merezco todo, cuando llega el hijo, mi marido o la esposa van a tener que, necesariamente, descentrar su atención de mí y eso va en contravía de la tendencia actual del yo”.
Adicionalmente, ser papás requiere mucho dinero y privaciones personales. “Mantener a un hijo no es como antes: alimentarlo y ya –agrega la experta–. Ahora hay que darle el iPhone, garantizarle el seguro o la póliza de educación, llevarlo de viaje, inscribirlo a 80.000 cursos, etc., y si vas a gastar tanto dinero en tu hijo, ya no podrás gastarlo en ti”; de ahí que las nuevas parejas prefieran renunciar a la descendencia.
Y si bien las causas individualistas y hedonistas no son los únicos factores para las parejas elijan ser ‘dinks’, estas han sido las más potenciadas, por el marketing “que está enfocado en los viajes, el estudio y los placeres que tácitamente requieren no tener hijos”, puntualiza Mayorga.
Siempre habrá un tercero
Consumistas y, en su mayoría, ‘millennials’, los hogares ‘dinks’ integran una población que posterga la maternidad a pesar de tener doble capacidad de gasto y ahorro y envejece más lentamente debido a los adelantos de la ciencia y a la prolongación de su vitalidad a través de experiencias, viajes y satisfacción de sus placeres.
Son hogares liderados por una dupla de mentes ambiciosas y cuyos marcados hábitos de consumo (representan el 30 por ciento de los hogares que más consumen en Colombia) los ubican en el foco del mercadeo bajo la denominación de los indulgentes, según Kantar Wordpanel, que los clasificó así debido a sus compras relacionadas con el bienestar y el placer del momento como gaseosas, chocolates, cervezas, refresco en polvo, fragancias, ‘snacks’, té, ponqués, mayonesa y alimento para mascotas.
Precisamente, este último llama la atención de los expertos en familia, al demostrar que, no obstante existir un consenso entre los dos de no un ‘no’ a los hijos, empiezan a aparecer sustitutos de estos, “pues la pareja llega a un punto de su ciclo evolutivo en el que debe procrear en términos de dar un fruto, de que el amor se materialice en otra cosa. Instintivamente, las parejas buscan a un tercero y aparece el perro. Lo humanizan, lo tratan como niño, lo lleva al colegio (y cuando se divorcian es un drama para ver quién se queda con él)”, asegura Mayorga. Y si bien las mascotas son los terceros más frecuentes, otros son los proyectos en común: los viajes, los negocios, las especializaciones y el gusto por una vida a todo dar.